Arrancó
una brizna de hierba, hizo zoom por donde se había roto la
estructura de la misma. Sencillamente impresionante, observó
detenidamente la curvinervada hoja, larga y frágil, con el borde
sutilmente dentado, estaba también repleta de minúscula vida, así
como la superficie de la armadura. No supo identificar nada sobre su
taxonomía, y aunque hubiese podido entrar en la base de datos de
Tesla, de poco le serviría, pero algo era innegable, estaban vivos.
No
te dejes engañar, todo esto es inusual de forma deliberada, sigues
dentro de la nave, sedada e intervenida. No es más que una trampa.
Dejó
que la brizna se le escurriera entre los dedos e intentó conexionar
de nuevo con los canales independientes del satélite. Como imaginó,
no obtuvo resultado alguno. Dio un paso, la armadura registró el
sonido de un “crack” bajo su pie, un pobre caracol fue su
inesperada víctima. Debatiéndose entre el asco y la fascinación,
se quedó durante un rato mirándolo. Es
como los parásitos de las datomemorias, tiene sentido, un sueño
simbionte de un ataque simbionte. Concéntrate en salir... ¿dónde
estará la fuente que gobierna este onigrama? . Puso
un cronómetro virtualizado en la superficie del antebrazo izquierdo
de la armadura. 000:000:000:357
fue lo que vio por el rabillo del ojo al apartar la vista. El
tiempo es importante. Si esto fuera un sueño normal habrían pasado
varios centenares de periodos, pero esto no es éxtasis, el tiempo
discurre en el otro lado mientras estoy aquí. Tengo que averiguar de
qué forma lo hace. Tras
el centelleo que eran sus pensamientos, despegó.
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