jueves, 21 de febrero de 2013

0015

Arrancó una brizna de hierba, hizo zoom por donde se había roto la estructura de la misma. Sencillamente impresionante, observó detenidamente la curvinervada hoja, larga y frágil, con el borde sutilmente dentado, estaba también repleta de minúscula vida, así como la superficie de la armadura. No supo identificar nada sobre su taxonomía, y aunque hubiese podido entrar en la base de datos de Tesla, de poco le serviría, pero algo era innegable, estaban vivos. No te dejes engañar, todo esto es inusual de forma deliberada, sigues dentro de la nave, sedada e intervenida. No es más que una trampa. Dejó que la brizna se le escurriera entre los dedos e intentó conexionar de nuevo con los canales independientes del satélite. Como imaginó, no obtuvo resultado alguno. Dio un paso, la armadura registró el sonido de un “crack” bajo su pie, un pobre caracol fue su inesperada víctima. Debatiéndose entre el asco y la fascinación, se quedó durante un rato mirándolo. Es como los parásitos de las datomemorias, tiene sentido, un sueño simbionte de un ataque simbionte. Concéntrate en salir... ¿dónde estará la fuente que gobierna este onigrama? . Puso un cronómetro virtualizado en la superficie del antebrazo izquierdo de la armadura. 000:000:000:357 fue lo que vio por el rabillo del ojo al apartar la vista. El tiempo es importante. Si esto fuera un sueño normal habrían pasado varios centenares de periodos, pero esto no es éxtasis, el tiempo discurre en el otro lado mientras estoy aquí. Tengo que averiguar de qué forma lo hace. Tras el centelleo que eran sus pensamientos, despegó.

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