-
Concordias, doctora Cesio – saludó Hikka.
-
Concordias, mi portavoz, almirante... - durante breves
instantes se quedó mirando a Barrs, como esperando una respuesta.
Este, con gesto contrariado, le borró la sonrisa del rostro con una
mueca de desaprobación. Comenzamos con buen pie, una preboste
independiente, asimilada e irritantemente maleducada en Tesla ¿En
qué estará pensando el Consejo? Paciencia Mikael, paciencia.
- Mis
disculpas, almirante, cuando una pasa tanto tiempo en el mundo
virtual, se olvidan fácilmente los buenos modales – se excusó con
acento de viajante galáctico.
- Les
dejo solos – interrumpió Hikka – cuando terminen de...
conocerse, irán a la estación BKO09, allí... recibirán nuevas
instrucciones – y se fue sin esperar respuesta.
- Sí,
mi portavoz – dijeron casi al unísono.
Se
quedaron solos, Azul observaba a Mikael, lo hizo como si consiguiera
parar el tiempo. Congeló la imagen que tenía delante, pero en
realidad se trataba de otra cosa, sintió un escalofrío, fugaz,
helado; bajo aquellos mares que la miraban intuyó la presencia de
algo más. Era el tipo de entidad que guarecía una bestia enjaulada:
en guardia, vigilando al horror, golpeándolo, venciéndolo, pero con
el único resultado de su posterior alzamiento; más fuerte; más
pavoroso. Recorrió todo el espectro de sus recuerdos, una ola de
tristeza inundó cada rincón de su ser, sintió arrancarse la piel,
quemarla, y luego comérsela entre lágrimas. Casi en el extremo de
aquel abismo, muy oculto, tras capas y capas de razón, encontró un
secreto inconfesable. Y yo que creía que no sería posible.
Nunca conoció tanto miedo y tanto odio, como en los ojos de aquel
hombre de titanio:
-
Óptico – de la pared emergió una pequeña estantería, sobre
ella, unas gafas oscuras, parecía que la pared fuera una cortina
líquida.
- Y
bien doctora Cesio, he sido informado de su incorporación a Tesla y
he leído su expediente, y sí, leo; pero no hay nada sobre su
investigación, debo entender que es alto secreto.
- Así
es. E imagino que querrá saber de qué se trata – si la lectura de
aquella mente le abrumó, no se notó en absoluto, la experiencia le
enseñó cómo disimular las emociones.
- En
efecto.
- De
acuerdo, comencemos – Se giró, cerró los ojos y puso las manos
sobre el banco flotante donde trabajaba. Una cascada virtualizada de
datos apareció en el centro del laboratorio, cuando hubieron caído,
se desplegaron los menús de la interfaz de la investigación, con el
característico azul turquesa del modelo LOG v9.65. Azul se movía
por la virtualización a la velocidad de la luz, comenzó a desplegar
vídeos tridimensionales, con mejor definición que la propia
realidad, que iban acompañadas de datos explicativos en lenguaje
cromático, el cual, se percibía a través de programas telepáticos
en los inyectables. Una forma de comunicación mucho más rápida que
el uso de la voz o la escritura. Barrs, sabía leer cromático, pero
estaba sudando tinta.
Los
vídeos y los datos revelaban un estudio pormenorizado sobre la
genética simbionte, además del desarrollo de una tecnología para
evitar la Asimilación Simbiótica usando un filtro genético en los
implantes. Barrs entendió el secreto de la investigación. Era una
flagrante violación de los Dogmas Humanos, según el estudio se
podrían realizar implantes simbiontes, tan populares en la zona
Sínodo, pero evitando la mezcla genética que daba lugar a los
híbridos posteriores. Lejos de buscar un punto débil en la especie
simbionte, como imaginaba, lo que se postulaba era adaptarse a los
asimiladores. Durante una fracción de segundo el almirante pensó en
ejecutar a Azul allí mismo y destruir todo el trabajo, pero tenía
órdenes, y el siempre cumplía sus órdenes. ¿Que querrá hacer
el Consejo con esto?
- El Consejo quiere
que se lleve la investigación dentro de Tesla, almirante, y no es el
primero que intenta matarme por esto, de hecho, vienen más ahora,
mire – proyectó Azul, pero
el mensaje no fue trascrito al óptico, como era habitual, resonó en
su mente. Barrs se humedeció los labios y tensó los músculos, el
primer acto fue soñar despierto, como hacía cuando se escudaba de
las actividades psíquicas. Decidió no pensar. Echó mano a su muslo
derecho, donde tenía su pistola cinética, invisible al ojo humano.
Azul se apartó a un lado con un giro felino, esquivó sin problemas
el disparo.
- Eso no funciona
conmigo, almirante, no se esfuerce, siento sus dos entidades, y lo
único que consigue es producirme náuseas – aquello
no fue lo que Barrs quería oír, fue por eso por lo que se relajó.
Comprendió que hiciera lo que hiciera, aquella mujer lo sabría
antes de enviarle a sus músculos la orden de movimiento.
Una
virtualización mostraba dos individuos desnudos, los que fornicaban
horas antes con la mujer en la zona de descanso.
-
Su presencia aquí con la portavoz no ha pasado por alto.
Ella está a salvo, muy lejos de aquí, es una suerte que sea tan
lento leyendo, aunque fue una suerte innecesaria.
-
Agentes del Sínodo. Así que es telépata, mas allá del
inyectable... interesante ¿por qué no me ha avis...? - ¿...ado
antes? Porque he sellado el laboratorio, no se preocupe, cuando
intenten crear una puerta será su fin. ¿Cómo cree que he
sobrevivido tanto tiempo? Ahora, deje de apuntarme, no soy su enemiga
– A Barrs le irritaba de sobremanera que completaran sus
frases. No obstante le gustó el talante sosegado de la doctora,
aquella mujer era valiente y eficaz, cualidades indispensables para
formar parte de Tesla, se esforzó en pensar aquello.
Inexplicablemente, le caía mejor, pero seguía siendo impura,
hereje, y para colmo, mutante. Enfundó el arma.
Vieron
cómo los sicarios se aproximaban por el pasillo, uno de ellos posó
la mano sobre la pared, cerró los ojos y se concentró. Décimas de
segundo después, de la pared emergió una esfera blanca del tamaño
de una cabeza humana. Antes de que los dos individuos pudieran
reaccionar, la bola emitió un flash, la esfera y los dos individuos
desaparecieron.
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