- No
me gustan los desintegradores, preferiría haberlos interrogado.
- No
sabían nada que no supiéramos, almirante, son cáscaras huecas, no
tenían memoria, sólo sabían lo que necesitaban saber para llevar a
cabo su misión: nuestra localización, obtenida por asaltar la
inteligencia artificial de la estación con programas paradójicos, y
el objetivo: nosotros. Pretendían matarnos con dardos de encimas
ubicados bajo las uñas, hubieran convertido nuestra sangre en
gelatina antes de tocar el suelo, aunque, por supuesto, no contaban
con esa maravilla invisible que lleva: estructuras electrónicas
nanométricas, como el casco de las naves ¿no? Seguro que sí. No
sabían nada de la investigación, y tampoco recordaban la fuente de
la orden, al menos no había nada en sus memorias. Lo demás es
falso, muchos rastros de borraduras mentales, y un programa de
recuerdos para evitar la psicosis amnésica, bastante viejo, por
cierto.
-
¿Y perder la oportunidad de acabar con un miembro del Consejo?
Es absurdo- se obligó a no pensar, al menos, cerca de ella, aunque
no pudo evitar hacerse esa pregunta.
- Eso
no estaba en sus mentes. Y comprendo lo que intenta no pens...
-¡Basta!
dos cosas, preboste – he hizo hincapié en la palabra “preboste”
- conmigo ha de utilizar la voz, es una orden. Y dos, le veré en
Tesla. Ahora prepa...
- Lo
sé, almirante.
Mikael
salió del laboratorio, procuró concentrarse en lo que le rodeaba,
anduvo por el pasillo en busca de las personas que vio en la zona de
descanso, pensando en la exigua posibilidad de que hubieran dejado
alguna pista que delatara su identidad. Se concentró, mientras
caminaba, en los preparativos de la llegada de Azul al satélite a
través del óptico. Comenzaba a extenuarse, sudaba copiosamente, en
rigidez constante. Cuando llegó a la zona de descanso pidió un
análisis de la zona, como era de esperar no dejaron ninguna prueba
empírica que le permitiera saber la identidad de los agentes.
Decidió ir al transbordador que le llevaría a Tesla. Miraba a la
gente a su alrededor, celoso, un ejercicio de sospecha tras otro.
Subió a la nave transporte, decidió anclarse y hacer el viaje de
forma manual, puso especial cuidado en disfrutar del pilotaje, se
distrajo en los mandos, recordando su niñez en los simuladores.
Doscientos treinta años después ese recuerdo le producía una
extraña sensación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario