jueves, 21 de febrero de 2013

0006

Barrs esperó, inmóvil, su mente trabajaba sin cesar, conjeturaba sobre las posibilidades de aquello. Comprobó minuciosamente el estado de todos los sensores de Tesla, así como el de las sondas subespaciales, nada indicaba que hubieran fallado. Tras unas horas decidió que ya era suficiente, era el momento de tener una charla con el personal científico. Dejó el modo manual y concedió a Tesla plena autonomía, los pilotos dejaron la sala para dirigirse a las cámaras de éxtasis. Podría sacarlos del mundo virtual después.
Mikael Barrs salió de la sala de pilotos, nada más cruzar la cuadrada oquedad de la pared, su traje se convirtió en líquido, vertiéndose por su cuerpo y siendo absorbido por el suelo, dejando a Barrs completamente desnudo, salvo las gafas. Esta era la indumentaria habitual dentro de Tesla, nada. La temperatura constante de unos veinticinco grados Celsius, y el hecho de que el interior de Tesla pudiera considerarse el lugar más limpio del universo, hacían innecesaria la utilización de ropa, a excepción de los trajes de pilotaje y los de mantenimiento, los cuales iban provistos de dispositivos que facilitaban la interacción con la omnipresente nanobótica. Anduvo por el diáfano pasillo, un pasillo que creaba el satélite mientras avanzaba. Una linea verde en el suelo le indicaba el camino trazado hacia los laboratorios de la estación. Tendría una conversación con la doctora Azul Cesio, la cual, se encontraba en éxtasis como era habitual en situación de combate. Ordenó su comparecencia en el laboratorio. Recordó su incorporación en Tesla, hará doscientos treinta años maternos, en la estación naval GG7803, estrella Ubb Trau 009, en el extremo del brazo de Persheub. Sólo hacía setenta y siete años que Barrs era almirante del satélite militar. Fue conducido hacia el laboratorio de la estación, acompañado de Luar Hikka, en persona.
- Ha de saber, que en esta parte de la galaxia el Culto no está tan avecinado como nos gustaría, pero comparten nuestra visión sobre la humanidad – susurró la portavoz con gesto lánguido mientras paseaban por los pulidos pasillos de GG7803 – es necesaria la captación de nuevos adeptos... y aliados. Aún existe cierta permisividad con los implantes, siempre y cuando, sea... por razones de supervivencia – ambos formaban la pareja más extraña de la estación. Barrs: un hombre entrenado hasta el extremo, piel atezada, y una musculatura de carácter mítico. E Hikka: cadavérica, con la piel casi transparente, alta como un árbol, y de movimientos arácnidos; visiblemente mayor que Barrs.
- Pero no ha de preocuparse por la Asimilación, todos son de manufactura humana – continuó Hikka con voz sibilante, Barrs no disimulaba su disensión.
- He de presuponer resistencia.
- Los Dogmas son inquebrantables, es un hecho... que ellos saben. Pero para poder hacer amigos, es necesaria cierta... diplomacia. La doctora Cesio sabe con quién se involucra, y nosotros sabemos quién es. Está implantada, por si no lo sabía ya, digamos que... tuvo un accidente – A Barrs se le torció el gesto, absolutamente toda su tripulación, hasta entonces, poseía la pureza indispensable para entrar bajo su mando.
- Ah, y... un pequeño detalle, ella es independiente, como preboste científica, posee la misma graduación que usted... almirante – permaneció en silencio – es una mera formalidad diplomática – Luar se paró durante un instante, Barrs se detuvo y la miró a los ojos.
- Si les hacemos creer que tienen digamos... cierto control, serán más afines a nuestra causa, pero... por supuesto, la última palabra al respecto la tendremos nosotros, no tema – Míralo, es todo poder, fuerza, ímpetu, eres... lo que necesitamos, lo que necesito – Sus ojos grises escudriñaban cada milímetro de la escultura humana que tenía delante.
- Sea paciente... almirante.
- Sí, mi portavoz.
Se pusieron en marcha de nuevo, pasaron cerca de una zona de descanso donde tres hombres y dos mujeres, tan desnudos como ellos, se deleitaban en orgiástica actividad. Una pareja, de pié cerca de un muro friccionaba sin cesar, los otros hombres copulaban anal y vaginalmente con la segunda mujer, sus jadeos se mezclaban con el murmullo de la estación. Los vieron pasar y sonrieron. Luar les devolvió el saludo con arácnida sonrisa.
- Como puede comprobar, no están tan lejos de nosotros – al final del paseo, cruzaron bajo un umbral creado en la pared. El laboratorio de biología era una sala inmensa, provista de ventanucos ovalados en las paredes, a través de ellos, toda una suerte de seres inimaginables flotaban en líquido transparente, presumiblemente muertos. Aparte, repartidas por toda la estancia, levitaban consolas de trabajo. La mujer estaba con las manos puestas sobre una de aquellas consolas en el fondo, sola en la sala, de espaldas a la pareja. Hikka y Barrs fueron a su encuentro. No recorrieron dos pasos cuando Azul se giró y les dedicó una radiante sonrisa. Era una mujer menuda de unos treinta, poco más de metro sesenta, voluptuosa y algo rolliza, tenía el rostro redondo y el cabello tan negro como su piel, labios carnosos y unos dientes que parecían brillar con luz propia, siguió con la mirada a los que se acercaban, sin prisa.

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