Barrs
esperó, inmóvil, su mente trabajaba sin cesar, conjeturaba sobre
las posibilidades de aquello. Comprobó minuciosamente el estado de
todos los sensores de Tesla, así como el de las sondas
subespaciales, nada indicaba que hubieran fallado. Tras unas horas
decidió que ya era suficiente, era el momento de tener una charla
con el personal científico. Dejó el modo manual y concedió a Tesla
plena autonomía, los pilotos dejaron la sala para dirigirse a las
cámaras de éxtasis. Podría sacarlos del mundo virtual después.
Mikael
Barrs salió de la sala de pilotos, nada más cruzar la cuadrada
oquedad de la pared, su traje se convirtió en líquido, vertiéndose
por su cuerpo y siendo absorbido por el suelo, dejando a Barrs
completamente desnudo, salvo las gafas. Esta era la indumentaria
habitual dentro de Tesla, nada. La temperatura constante de unos
veinticinco grados Celsius, y el hecho de que el interior de Tesla
pudiera considerarse el lugar más limpio del universo, hacían
innecesaria la utilización de ropa, a excepción de los trajes de
pilotaje y los de mantenimiento, los cuales iban provistos de dispositivos que facilitaban
la interacción con la omnipresente nanobótica. Anduvo por el diáfano
pasillo, un pasillo que creaba el satélite mientras avanzaba. Una
linea verde en el suelo le indicaba el camino trazado hacia los
laboratorios de la estación. Tendría una conversación con la
doctora Azul Cesio, la cual, se encontraba en éxtasis como era
habitual en situación de combate. Ordenó su comparecencia en el
laboratorio. Recordó su incorporación en Tesla, hará doscientos
treinta años maternos, en la estación naval GG7803, estrella Ubb
Trau 009, en el extremo del brazo de Persheub. Sólo hacía setenta y
siete años que Barrs era almirante del satélite
militar. Fue conducido hacia el laboratorio de la estación,
acompañado de Luar Hikka, en persona.
- Ha
de saber, que en esta parte de la galaxia el Culto no está tan
avecinado como nos gustaría, pero comparten nuestra visión sobre la
humanidad – susurró la portavoz con gesto lánguido mientras
paseaban por los pulidos pasillos de GG7803 – es necesaria la
captación de nuevos adeptos... y aliados. Aún existe cierta
permisividad con los implantes, siempre y cuando, sea... por razones
de supervivencia – ambos formaban la pareja más extraña de la
estación. Barrs: un hombre entrenado hasta el extremo, piel atezada,
y una musculatura de carácter mítico. E Hikka: cadavérica, con la
piel casi transparente, alta como un árbol, y de movimientos
arácnidos; visiblemente mayor que Barrs.
-
Pero no ha de preocuparse por la Asimilación, todos son de
manufactura humana – continuó Hikka con voz sibilante, Barrs no
disimulaba su disensión.
- He
de presuponer resistencia.
- Los
Dogmas son inquebrantables, es un hecho... que ellos saben. Pero para
poder hacer amigos, es necesaria cierta... diplomacia. La doctora
Cesio sabe con quién se involucra, y nosotros sabemos quién es.
Está implantada, por si no lo sabía ya, digamos que... tuvo un
accidente – A Barrs se le torció el gesto, absolutamente toda su
tripulación, hasta entonces, poseía la pureza indispensable para
entrar bajo su mando.
- Ah,
y... un pequeño detalle, ella es independiente, como preboste
científica, posee la misma graduación que usted... almirante –
permaneció en silencio – es una mera formalidad diplomática –
Luar se paró durante un instante, Barrs se detuvo y la miró a los
ojos.
- Si
les hacemos creer que tienen digamos... cierto control, serán más
afines a nuestra causa, pero... por supuesto, la última palabra al
respecto la tendremos nosotros, no tema – Míralo, es todo
poder, fuerza, ímpetu, eres... lo que necesitamos, lo que necesito –
Sus ojos grises escudriñaban cada milímetro de la escultura
humana que tenía delante.
- Sea
paciente... almirante.
- Sí,
mi portavoz.
Se
pusieron en marcha de nuevo, pasaron cerca de una zona de descanso
donde tres hombres y dos mujeres, tan desnudos como ellos, se
deleitaban en orgiástica actividad. Una pareja, de pié cerca de un
muro friccionaba sin cesar, los otros hombres copulaban anal y
vaginalmente con la segunda mujer, sus jadeos se mezclaban con el
murmullo de la estación. Los vieron pasar y sonrieron. Luar les
devolvió el saludo con arácnida sonrisa.
-
Como puede comprobar, no están tan lejos de nosotros – al final
del paseo, cruzaron bajo un umbral creado en la pared. El laboratorio
de biología era una sala inmensa, provista de ventanucos ovalados en
las paredes, a través de ellos, toda una suerte de seres
inimaginables flotaban en líquido transparente, presumiblemente
muertos. Aparte, repartidas por toda la estancia, levitaban consolas
de trabajo. La mujer estaba con las manos puestas sobre una de
aquellas consolas en el fondo, sola en la sala, de espaldas a la
pareja. Hikka y Barrs fueron a su encuentro. No recorrieron dos pasos
cuando Azul se giró y les dedicó una radiante sonrisa. Era una
mujer menuda de unos treinta, poco más de metro sesenta, voluptuosa
y algo rolliza, tenía el rostro redondo y el cabello tan negro como
su piel, labios carnosos y unos dientes que parecían brillar con luz
propia, siguió con la mirada a los que se acercaban, sin prisa.
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