lunes, 3 de junio de 2013

0021

Zhou apresuró el paso, era inútil esconder el cadáver, era hora de ver al informático, pensó en el método para sacarle las contraseñas, el denominador común de todas sus posibilidades: el dolor. Quería que ofreciera resistencia, hacía tiempo que no practicaba su arte. Sus pasos resonaban por el infame pasillo del puesto avanzado, cada exhalación era una nube de vapor que se arremolinaba cuando era atravesada. El abrigo le hacia sudar. Aunque en realidad sudaba por el “meta” que tomó antes de disparar con su Abbex- DK 45, un arma que se implantó él mismo en el antebrazo izquierdo en sus días de traficante de órganos.
Giró una esquina, la cámara ubicada allí siguió todos sus movimientos, mientras pasaba por una puerta que hedía de forma implacable, la luz titiló. Levantó la mirada del suelo, aquello no le gustó. Inspiró profundamente y corrió, ya faltaba poco. Hurgó en los bolsillos del abrigo militar, todo en orden: metas suficientes, agua helada, y la solución a un problema llamado Kolya.
Por fin pudo ver la puerta que conducía a la sala de comunicaciones, donde se supone le esperaba Tibor, tenía que andar con cuidado, aunque le había convencido de que se necesitaban mutuamente no era ningún imbécil y la puñalada podría venir desde cualquier dirección. Dadas las circunstancias, incluso podría venderlo a Whittman, el cual tendría que estar retorciéndose en su jodida butaca, aquella idea le pareció interesante.
Se detuvo un momento antes de entrar en la sala para tomar aire, entre el meta y la carrera, su corazón saltaba como una plaga de langostas. Reanudó el camino, sin embargo, algo invisible se lo impidió, notó una terrible punzada en la boca del estómago, bajó la mirada y vio cómo una mano empapada con su sangre le atravesaba el abrigo con los cinco dedos acabados en garras. Al parecer, el encuentro con Kolya iba a tener lugar antes de lo esperado. Intentó llegar al bolsillo, pero otra mano invisible se lo impidió, un fuerte empellón lo puso contra la pared. Con la mano izquierda intentó apuntar hacia donde estaba su agresor, sólo visible por las manchas de sangre, sin embargo no lo consiguió, un corte limpio a la altura del codo perpetrado por una de las garras del ciborg desbarató aquella posibilidad. Antes de que el Abbex cayera al suelo la mano de Kolya se volvió a clavar en el cuerpo del chino, esta vez en el hombro derecho, contra la pared, lo elevó por encima de su cabeza. Una vez el chino dejó de gimotear y gruñir, aún en el aire, el gigante cibernético se quitó el camuflaje. Su voz sonaba como un témpano:
- Vas de meta hasta las orejas, bien, te necesito vivo – mientras decía esto apretaba la mano clavada en el hombro derecho, inmovilizando el brazo - preferiría que te doliera, hace tiempo que no disfruto tanto, esto es por Vasily – dijo mientras, con la garra del dedo índice de su mano libre hurgaba en la cuenca ocular izquierda, Zhou intentó resistirse en vano. La mejilla se le empapó con humor vítreo mezclado con sangre.
- Te mataré...- balbució Zhou entre esputos sanguinolentos.
- Oh, no, no lo harás, lo pasaremos bien un rato ¿sabes? Pienso disfrutar haciéndote pedazos, poco a poco, sé bueno y sigue vivo unas veinte horas más – ahora la mano libre de Kolya se clavó en el muslo derecho, veinte centímetros de afilada garra acariciaban el fémur.
- Te contaré una cosa, matasanos de mierda, ella me ha hecho algo, sí, la que hemos recogido, pero no como imaginas, tío tendrías que estar ahí, es impresionante. Me ha ayudado a ser libre ¿sabes? Sin claúsulas, ni contratos ni nada de eso ¡Soy libre! Ha estado a punto de freírme... ¡Sí, tío! no te puedes imaginar qué se siente al conectarse con ella, bueno, el oficinista lo ha intentado ¡já! Al final sí que hay que recoger trocitos de cerebro de informático, está desparramado por todas partes espera un momento, no quiero que te desangres.
Dicho esto la mano del cíborg retrajo los dedos y se transformó en pocas décimas de segundo en algo completamente diferente, un mini-lanzallamas GGF. Se encendió y aplicó el fuego de soplete sobre la herida para cauterizarla, el olor del bello y la piel quemada era insoportable. Por muy drogado que estuviera a Zhou le estaba doliendo de verdad.
- Ni te imaginas de donde viene, no tienes ni puta idea. Me ha enseñado cosas ¿sabes? Cosas increíbles, dice que podrá arreglarme, que estoy... ¿como dijo? Asimilado, que sabe cómo curarme. Me ha dicho que estamos en un onigrama, joder como si supiera que mierda es eso. Tengo que ayudarla a encontrar la fuente del código, y me arreglará del todo.
- Estás peor que antes, te ha jodido de verdad ¡ugh! - logró escupir a la cara del cíborg.
- No lo entiendes, pero qué más da... tú vas a morir aquí, todos moriréis aquí, nos vamos, hijo de puta, pero antes voy a divertirme un rato contigo...- el lanzallamas volvió a transformarse en la mano, con sus garras metálicas, cinco bisturíes retráctiles implantados en cada una de las falanges. Lo clavó en el muslo sano de su reo, cuando se cercioró de la imposibilidad de su huida, desclavó la garra del hombro, liberando el brazo derecho. Una fracción de segundo, tiempo suficiente para llevarse la mano al bolsillo y hacer uso de esa solución que tenía preparada y que antes no pudo usar, y funcionó. El gigante había bajado la guardia y, en Noril'sk, bajar la guardia siempre traía terribles consecuencias.



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